Yo no sé porque temblaba,
cuando por fin tu cuerpo con
mis manos acariciaba...
Era una tarde romántica y fria,
la tarde cambio, siguió romántica
y fundiéndose nuestras miradas,
nuestros cuerpos fogosos y sin apenas
palabras, la tarde ardía...
Bendita tarde, bendito tu cuerpo,
bendito el pecado que nos envolvió
como un inmenso regalo...
Me regalaste tu cuerpo, te regalé el mío.
A solas, sin el mar, a sola sin la brisa,
aislados labios envenenados,
mordiéndose como serpientes, ignorando
el tiempo cronometrado, sin controlar
nuestras mentes, volaron pensamientos
libres y ardientes...
fuí tuyo, fuiste mía, en una tarde romántica
que no fue del todo fría.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿qué te parece este blog de poesía?